Las redes sociales definitivamente han venido para quedarse en nuestras vidas…y en cierta forma apoderarse de ellas.
Originalmente nos comunicábamos con expresión oral hasta que un día aprendimos a cavar piedras y dejar mensajes, de ahí pasó mucho tiempo hasta que con el uso del “papel” y un lenguage más desarrollado logramos pasar mensajes más complejos y luego llegamos al nacimiento de la imprenta, la radio, la televisión, el internet y finalmente, las redes sociales.
Las redes sociales son simplemente una maravilla porque nos permite expresarnos de una forma en teoría “libre”, sí, en teoría porque salvo muy pocos individuos, la mayoría de las personas reaccionan con sus pensamientos y pocos deciden crear su propia realidad desde el interior de su conciencia.
La mayoría de veces creamos nuestra opinión basado en conocimientos previamente establecidos que ciertamente han sido pre-concebidos siguiendo una línea cognitiva de nuestras preferencias, por ejemplo, si nos gusta un color buscamos aquello que sea de ese color o nos refleje aquello que nos recuerde ese color. Si nos gusta un grupo específico, dirigimos nuestra mente en esa dirección.
Siendo un poco más “aventureros” exponemos nuestro conocimiento en áreas opuestas a nuestro gustos y así expandemos nuestro conocimiento, pero aquí caemos en el problema del egocentrismo porque siempre estaremos basando nuestra búsqueda en el yo, yo, yo…
Y es aquí donde aparece el “cebo” que mordemos: las redes sociales. Estas entidades rápidamente se convierten en nuestra extensión de un ego que clama por atención y que busca dirigir a otros en la dirección que nosotros creemos es la correcta. Aquí podríamos hablar sobre una mente reptiliana luchando por sobrevivir o de un miedo a entender que sin el YO nada tiene sentido.
No niego la ventaja de las redes sociales al mismo tiempo que veo en ellas el “manjar” para un ego hambriento y lleno de miedos que perece cada vez que su cuerpo transpira. Nuestra intensa búsqueda hacia la libertad hace que sigamos cayendo en estos “juegos”, “juegos” que al final de cuentas son necesarios en nuestra búsqueda de la liberación de nuestro ego.
En un momento en que el planeta parece que se está cayendo debemos preguntarnos si lo que realmente está pereciendo es nuestra “realidad” y le damos a la redes sociales esa ventaja para que – viendo nuestra vulnerabilidad – utilice nuestras necesidades de atención primarias para nuestra manipulación.
Ninguna red social es “libre”, todo tiene un precio y si creemos que por movernos de una red social a otra alcanzamos nuestra libertad, sería interesante analizar esta idea en dos direcciones: ¿qué realmente definimos como “libertad”?, y en plano más “mundano”, a sabiendas qué TODAS las redes sociales viven de compartir nuestra información, ¿qué nos hace creer que una red social nos va a ser fiel a nuestra idea de libertad preconcebida.
Autor: Calblan